En la penumbra conocida de la habitación
se desarrolla algo más que sólo el día
En esa indiferencia de la hora en que se
despierta el cuerpo, aún rememorando
En esa imagen del sueño que pervive tiesa
como un movimiento pasivo y acostumbrado
En la entrepierna, como un lente de una cámara
que sigue enfocando sobre un punto indivisible
En alguna parte de la espalda que se prende y
se apaga; la piel que oscila hasta recordando
En la medida en que el hábito logra separar
la ausencia giratoria y tomada del cuerpo
En un bostezo que sigue quemando y hunde
aquella luz con mucha inconsciencia
En un rostro ajeno que ya no puede ofenderte
de otra forma que no cause placer